A mi buitre de Unamuno
En este soneto publicado en el Rosario de sonetos líricos de 1911, Miguel de Unamuno construye una de las representaciones más intensas de su pensamiento existencial. El texto plantea la relación paradójica entre el sufrimiento y la existencia, ofreciendo al lector una ventana hacia las inquietudes más hondas del autor sobre la muerte, la lucha y el sentido último de la vida humana.
El tema central del poema es la agonía existencial —término clave en el pensamiento unamuniano que significa literalmente «lucha»— entre el ser humano y el dolor que lo constituye. Unamuno presenta al buitre como símbolo del sufrimiento perpetuo que devora las entrañas del poeta, en una evocación directa del mito de Prometeo. Según la mitología griega, Prometeo fue encadenado a una roca por Zeus como castigo por haber entregado el fuego a los humanos, y cada día un águila devoraba su hígado, que se regeneraba cada noche para continuar el tormento. Unamuno reelabora esta imagen sustituyendo el águila por un buitre, criatura asociada tradicionalmente con la muerte y la carroña, intensificando así el tono sombrío y la connotación de decadencia.
El tono del soneto es dramático y desafiante. Desde el primer verso, el poeta nos presenta a esta ave «voraz de ceño torvo» —es decir, de aspecto amenazante y oscuro— que lo devora «fiero», con ferocidad. Este buitre no es solo una amenaza externa: se ha convertido en su «único constante compañero», lo que sugiere que el dolor forma parte inseparable de la identidad del poeta. La paradoja se acentúa cuando comprendemos que esta relación de tormento es, simultáneamente, lo que mantiene vivo al sujeto poético.
En los cuartetos, escritos según la estructura clásica del soneto italiano, Unamuno construye la situación: el buitre labra las penas del poeta «con su pico corvo» (curvado), una imagen que sugiere no solo dolor sino también creación a través del sufrimiento. La acción de «labrar» implica trabajar, moldear, dar forma. Las penas no son algo que simplemente ocurre, sino que son esculpidas, talladas en el alma del poeta por este sufrimiento constante.
El segundo cuarteto introduce un giro sorprendente: el poeta imagina el momento de su muerte, cuando el buitre apure «el postrer sorbo» de su «negra sangre». Pero en lugar de expresar terror ante este instante final, el poeta pide quedarse a solas con su verdugo, «solo y señero / un momento, sin nadie como estorbo». Esta petición revela una intimidad perturbadora entre víctima y torturador, entre el yo y su dolor.
Los tercetos desarrollan la dimensión más filosófica del poema. El poeta desea convertir su agonía en «triunfo» —otro concepto fundamental—, y mientras el buitre traga su «último despojo» (sus restos mortales), quiere «sorprender en sus ojos la sombría / mirada» del ave al darse cuenta de su propia desgracia: sin esta presa, sin el poeta para devorar, el buitre quedará sin propósito, sin poder «satisfacer / el hambre atroz que nunca se le apaga».
Aquí reside la inversión magistral del poema: el poeta, aparentemente víctima, se revela como necesario para la existencia de su verdugo. La relación es de mutua dependencia. El buitre necesita al poeta tanto como el poeta necesita al buitre para definirse, para existir. Esta interdependencia refleja el pensamiento existencial de Unamuno, especialmente desarrollado en obras como Del sentimiento trágico de la vida, donde argumenta que el sufrimiento y la conciencia de la muerte son lo que nos constituye como seres humanos auténticos.
El vocabulario del poema merece atención especial. Palabras como «voraz», «torvo», «fiero», «corvo», «sombría» y «atroz» crean un campo semántico de violencia y oscuridad. El uso del adjetivo «corvo» para describir el pico del buitre no solo describe su forma curvada sino que evoca algo retorcido, sinuoso, casi maligno. La expresión «hambre atroz que nunca se le apaga» sugiere un deseo insaciable, una necesidad sin fin, reforzando la idea de un sufrimiento perpetuo y cíclico.
El soneto se inscribe plenamente en las preocupaciones de la Generación del 98, grupo de intelectuales españoles al que pertenecía Unamuno, caracterizado por su honda reflexión sobre la existencia humana, la muerte y el destino de España. Sin embargo, el poema trasciende las preocupaciones nacionales para adentrarse en territorios universales. La influencia del existencialismo filosófico es evidente, aunque Unamuno desarrolló su pensamiento de forma muy personal, anticipando incluso algunas ideas que luego serían centrales en el existencialismo europeo del siglo XX.
La repetición de sonidos duros (las consonantes oclusivas en «buitre», «pico», «corvo») y el uso de aliteraciones refuerzan la sensación de violencia y lucha. El ritmo es firme, casi marcial, apropiado para un poema que trata sobre la lucha —la agonía— como esencia de la vida. No hay concesiones a la dulzura ni al consuelo: el poema nos confronta con una verdad incómoda sobre la naturaleza del sufrimiento humano.
Audio: Víctor Villoria
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.
Unamuno. Rosario de sonetos líricos, 1912.
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Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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