Banquete de tiranos de José Martí

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By Víctor Villoria

Banquete de tiranos de José Martí

Este poema de José Martí, incluido en Versos libres (1882), presenta una escena de banquete de tiranos donde la naturaleza y lo sagrado se alzan contra la voracidad de los opresores. La atmósfera es densa y amenazante: mientras los tiranos devoran su festín con «mano ensangrentada», surge una fuerza sobrenatural que los aterra y los expulsa. El poema vibra de indignación moral, contrastando la brutalidad de los poderosos con la luminosidad de sus víctimas y con aquellos que mantienen la integridad humana.

Martí nos muestra dos razas de hombres irreconciliables: «una raza vil de hombres tenaces / de sí propios inflados», seres hechos enteramente «de garra y diente», depredadores por naturaleza; y otros «como flor, que al viento exhalan / en el amor del hombre su perfume», almas generosas que se entregan a los demás. La comparación con el bosque que contiene «tórtolas y fieras» y «plantas insectívoras» frente a la «pura sensitiva y clavel» establece que esta dualidad es natural, inevitable. Pero lo crucial es que los primeros «se alimentan de alma de hombres», mientras los segundos «su alma dan a que se nutran», es decir, los tiranos parasitan y destruyen a los buenos. La imagen de «el hierro frío en las entrañas / de la virgen que mata se calienta» es particularmente brutal: sugiere violencia absoluta, opresión física y moral de los inocentes.

Sin embargo, el poema introduce un giro sobrenatural. Cuando los tiranos «hunden en el manjar» sus manos manchadas de sangre, «del mártir muerto / surge una luz que les aterra». Flores enormes brotan «como una cruz», símbolos de resurrección y divinidad que los espantan, haciéndolos huir «pavoridos» con «rojo el hocico». Esta intervención de lo sagrado sugiere que el mal no puede consumir impunemente, que hay una justicia cósmica que se opone al crimen. A continuación, Martí amplía su condena más allá de los tiranos obvios. Los verdaderos enemigos de la humanidad incluyen también a «los que se aman a sí», los egoístas que ponen «su avaricia y gula» por encima de la «razón augusta», quienes carecen de ese «cinto de luz» que caracteriza la dignidad. Son los «menores / y segundones de la vida», aquellos indiferentes «al concierto universal», ocupados solo en su «goce ruin».

El poema culmina en un llamado casi urgente a la justicia: «clávalos, clávalos / en el horcón más alto del camino / por la mitad de la villana frente». La imagen de clavar a los traidores en el más alto lugar evoca la exposición pública de criminales, una vergüenza perpetua grabada en el camino de la humanidad. Los traidores son «como implacable obrero / que un féretro de bronce clavetea», constructores metódicos de la muerte. El poema transmite que la traición a la «grandiosa humanidad», la complicidad con la tiranía, es el crimen supremo, digno de condenación eterna. Martí no se limita a denunciar a los opresores, sino a todos aquellos que, por omisión, abandono o cobardía, dejan que los tiranos «se partan la nación a dentelladas».

Hay una raza vil de hombres tenaces
de sí propios inflados, y hechos todos,
todos del pelo al pie, de garra y diente;
y hay otros, como flor, que al viento exhalan
en el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
y plantas insectívoras y pura
sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres los unos se alimentan:
los otros su alma dan a que se nutran
y perfumen su diente los glotones,
tal como el hierro frío en las entrañas
de la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos,
pero cuando la mano ensangrentada
hunden en el manjar, del mártir muerto
surge una luz que les aterra, flores
grandes como una cruz súbito surgen
y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
a sus negras entrañas los tiranos.
Los que se aman a sí, los que la augusta
razón a su avaricia y gula ponen:
los que no ostentan en la frente honrada
ese cinto de luz que en el yugo funde
como el inmenso sol en ascuas quiebra
los astros que a su seno se abalanzan:
los que no llevan del decoro humano
ornado el sano pecho: los menores
y los segundones de la vida, sólo
a su goce ruin y medro atentos
y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
hágase… clávalos, clávalos
en el horcón más alto del camino
por la mitad de la villana frente.
A la grandiosa humanidad traidores,
como implacable obrero
que un féretro de bronce clavetea,
los que contigo
se parten la nación a dentelladas.

Versos libres, 1882

Autor

  • Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

    Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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