Comentario
¿Dó vas? ¿Dó vas cruel? de Fernando de Herrera
Este soneto de Fernando de Herrera, incluido en su colección Algunas obras de Fernando de Herrera (1582), despliega ante el lector una de las experiencias más dolorosas del amor no correspondido: el despertar brutal tras la ilusión del encuentro. El poema se estructura en dos movimientos claramente diferenciados que corresponden a las dos partes tradicionales del soneto: los cuartetos narran una súplica apasionada dirigida a la amada que huye, mientras los tercetos revelan la verdad amarga del despertar y la soledad absoluta del poeta. Esta arquitectura bipartita, característica del petrarquismo, permite a Herrera crear un contraste dramático entre la esperanza del sueño y la desolación de la realidad, entre la presencia imaginada de la amada y su ausencia definitiva.
Los dos cuartetos iniciales se caracterizan por una urgencia retórica extraordinaria que se manifiesta en la triple repetición anafórica «¿Dó vas? ¿Dó vas, cruel?, ¿Dó vas?». Esta insistencia martilleante no solo transmite la desesperación del amante sino que recrea el ritmo acelerado de la huida y la angustia de quien intenta detenerla. El poeta pide a la amada que «refrena» su «presuroso paso» para escuchar su «largo llanto» y el «triste canto» de su «mal sufrido». La acumulación de términos relacionados con el dolor —»dolor grave», «acerba pena», «suspiros»— construye una atmósfera de sufrimiento intenso que alcanza su punto culminante cuando el poeta ruega: «Vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos». Esta petición introduce el símbolo central de la luz asociado a la presencia de la amada, cuya mirada ilumina la existencia del poeta y cuya ausencia lo sume en tinieblas. El uso del adjetivo «cruel» para calificar a la dama es típico de la tradición cortés y petrarquista, donde la amada se presenta como insensible al dolor que provoca en el enamorado, aunque aquí Herrera añade el matiz de que espera conmoverla con su pena.
El primer terceto introduce un quiebro fundamental que cambia por completo el sentido del poema. El verso «decía, en sueño o en ilusión perdido» revela de golpe que toda la escena anterior no era real sino una fantasía onírica del poeta. Esta técnica literaria del sueño como espacio donde se cumple momentáneamente el deseo imposible tiene ilustres precedentes en la literatura europea y será especialmente frecuente en la poesía del Renacimiento español. Sin embargo, Herrera no se limita a presentar el sueño como consuelo sino que subraya su carácter engañoso y doloroso: el despertar no trae alivio sino una conciencia más aguda de la soledad. El poeta se encuentra «solo y entre abrojos», es decir, rodeado de espinas, símbolo tradicional del sufrimiento amoroso que hace más punzante la ausencia. La expresión «en vez de luz, cercado de tiniebla» establece el contraste máximo con la claridad asociada a la presencia de la amada: donde el sueño prometía encuentro y luminosidad, la realidad ofrece solo oscuridad y desamparo.
El verso final, «y en lágrimas ardientes convertido», cierra el poema con una imagen de disolución del yo lírico que expresa la intensidad del dolor mediante una hipérbole característica del estilo herreriano. El poeta no solo llora sino que él mismo se transforma en llanto, perdiendo los límites de su identidad en el sufrimiento. El adjetivo «ardientes» añade una dimensión física al dolor emocional, sugiriendo que las lágrimas queman como fuego, en una fusión de lo líquido y lo ígneo que intensifica la expresión del tormento. Este soneto ejemplifica las virtudes del petrarquismo herreriano: la elaboración retórica refinada, el uso de símbolos tradicionales renovados con intensidad expresiva, y la capacidad de estructurar el poema en dos movimientos que se oponen y complementan. La transición brusca del sueño a la vigilia reproduce en la forma misma del soneto la experiencia traumática del despertar, haciendo que el lector experimente junto al poeta ese tránsito de la ilusión a la desolación. En definitiva, Herrera construye aquí un retrato memorable del amor como experiencia que oscila entre la esperanza y el desengaño, entre la luz fugaz del deseo y las tinieblas permanentes de la realidad.
Audio: Víctor Villoria
“¿Dó vas? ¿Dó vas, cruel?, ¿Dó vas? Refrena,
refrena el presuroso paso, en tanto
que de mi dolor grave el largo llanto
a abrir comienza esta honda vena.
Oye la voz de mil suspiros llena,
y de mi mal sufrido el triste canto,
que no podrás ser fiera y dura tanto
que no te mueva esta mi acerba pena.
Vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos,
antes que quede oscuro en ciega niebla”,
decía, en sueño o en ilusión perdido.
Volví; halléme solo y entre abrojos,
y, en vez de luz, cercado de tiniebla,
y en lágrimas ardientes convertido.
Fernando de Herrera, Algunas obras de Fernando de Herrera, 1582
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Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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