El desayuno de Luis Alberto de Cuenca
«El desayuno» pertenece a El hacha y la rosa (1993), uno de los libros más celebrados de Luis Alberto de Cuenca, y se ha convertido en uno de los poemas de amor más populares de la poesía española contemporánea. Su éxito no es casual: en apenas diecisiete versos, De Cuenca logra capturar la esencia del enamoramiento cotidiano con una mezcla perfecta de ternura, humor y sensualidad. El poema funciona como un crescendo emocional que va desde las pequeñas imperfecciones del ser amado hasta el deseo físico más directo, todo ello expresado con una naturalidad que parece desmentir la elaboración poética que hay detrás.
El tema central es la celebración del amor en su dimensión más cotidiana y real, lejos de idealizaciones románticas. El poeta no canta a una mujer perfecta, sino a una persona con sus defectos, sus manías, sus torpezas. Y precisamente eso es lo que la hace irresistible. Cuando dice «Me gustas cuando dices tonterías, / cuando metes la pata, cuando mientes», está declarando algo revolucionario en la tradición de la poesía amorosa: que el amor verdadero no necesita perfección, que incluso los fallos y las debilidades del otro resultan adorables. Esta es una concepción del amor radicalmente antirromántica y, paradójicamente, profundamente romántica: se ama a la persona real, no al ideal.
El poema se construye mediante una enumeración acumulativa que va ganando intensidad. La repetición de «me gustas» y sus variantes («Me gustas más», «aún me gustas más») crea un ritmo hipnótico, casi obsesivo, que mimetiza la propia obsesión amorosa. Las situaciones evocadas son deliberadamente prosaicas: ir de compras con la madre, llegar tarde al cine, meter la pata. De Cuenca se sitúa en las antípodas de la poesía amorosa tradicional, que ubicaba el amor en escenarios sublimes. Aquí el amor transcurre en el territorio de lo doméstico, lo familiar, lo cotidiano, y esa es precisamente su grandeza.
Hay un momento excepcional en el centro del poema cuando aparece el verso «(tu risa es una ducha en el infierno)». Esta imagen, colocada entre paréntesis como si fuera un aparte, una confidencia al lector, tiene una fuerza metafórica inusual en un poema que hasta ese momento ha evitado deliberadamente las grandes metáforas. La comparación de la risa con una ducha en el infierno sugiere alivio, redención, frescura en medio del dolor. Es un verso que condensa toda una visión del amor como salvación, como lo único que hace soportable la dureza de la existencia. Y lo hace sin solemnidad, casi de pasada, lo que aumenta su efectividad emocional.
La estructura del poema sigue una gradación ascendente que culmina en el clímax final. Después de enumerar todas esas razones por las que «me gustas», el poeta introduce una intensificación: «Pero aún me gustas más, tanto que casi / no puedo resistir lo que me gustas». Esta confesión de un deseo casi insoportable prepara el terreno para el remate final, que llega cuando la mujer, «llena de vida», se despierta y dice: «Tengo un hambre feroz esta mañana. / Voy a empezar contigo el desayuno». La frase funciona en un doble nivel, literal y metafórico: el hambre física se convierte en hambre erótica, y el desayuno en una propuesta de intimidad sexual expresada con un desparpajo y una alegría que descartan cualquier solemnidad.
Este final es uno de los grandes aciertos del poema. En lugar de que sea el poeta quien declame su deseo, es la mujer quien toma la iniciativa con una frase directa, divertida y cargada de sensualidad. La expresión «Tengo un hambre feroz» tiene algo de salvaje, de animal, que contrasta deliciosamente con la dulzura de los versos anteriores. Y la idea de «empezar contigo el desayuno» convierte al amante en alimento, en sustento vital, en aquello que nutre y da energía para comenzar el día. La metáfora del amor como alimento es antigua, pero De Cuenca la renueva dándole una vuelta juguetona y desprejuiciada.
El tono del poema es lo que lo hace único en el contexto de la poesía española reciente. De Cuenca consigue un equilibrio perfecto entre ternura y erotismo, entre coloquialismo y lirismo. El lenguaje es sencillo, casi conversacional, como si el poeta estuviera hablando en voz alta, pero esa sencillez no impide que el poema alcance momentos de verdadera intensidad emocional. No hay artificio retórico visible, no hay palabras rebuscadas ni imágenes oscuras. Todo es transparente, directo, y sin embargo profundamente poético.
La métrica del poema contribuye a esta impresión de naturalidad. Los versos son endecasílabos, el metro clásico de la poesía española, pero tratados con gran libertad rítmica. No hay rima consonante, lo que refuerza la sensación de espontaneidad. El poema parece fluir sin esfuerzo, como una declaración improvisada, aunque esa improvisación es, por supuesto, cuidadosamente construida. Esta es la gran habilidad de Luis Alberto de Cuenca: hacer que lo trabajado parezca natural, que lo elaborado suene como conversación.
«El desayuno» se inscribe plenamente en la estética de la poesía de la experiencia, corriente que dominó la poesía española de los años ochenta y noventa. Esta tendencia, representada por poetas como Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes, apostaba por una poesía urbana, cercana, que hablara de experiencias reconocibles para el lector contemporáneo. Rechazaba tanto el hermetismo de la poesía experimental como la grandilocuencia de ciertos barroquismos anteriores. Buscaba, en cambio, una poesía que fuera a la vez accesible y sofisticada, popular y culta.
El éxito del poema entre los lectores se explica porque toca una fibra universal. Todos hemos experimentado esa fascinación por los pequeños gestos del ser amado, esa sensación de que hasta sus defectos resultan adorables. De Cuenca ha conseguido verbalizar algo que muchos sienten pero pocos saben expresar: que el amor cotidiano, el amor de todos los días, con sus rutinas y sus pequeñas felicidades, es tan digno de poesía como el amor trágico o imposible que celebraba la tradición romántica. Y lo ha hecho con una gracia, un humor y una sensualidad que convierten estos diecisiete versos en una pequeña joya de la poesía amorosa contemporánea.
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
“Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno.”
Luis Alberto de Cuenca, El hacha y la rosa, 1993
Poema procedente de ACEC
TAMBIÉN TE VA A GUSTAR ESTO
Autor
-
Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
Ver todas las entradas







