Inercia de la muerte de Ernestina de Champourcín

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By Víctor Villoria

Inercia de la muerte de Ernestina de Champourcín

En este soneto de 1936, recogido en Cántico inútil, Ernestina de Champourcín aborda la proximidad de la muerte y el deseo de desprenderse de lo terrenal con una serenidad que roza lo místico. Desde el primer verso, «Inercia de la muerte», se establece un tono contemplativo y grave, en el que la voz poética reconoce la distancia que la separa ya «de lo humano». No se trata de un lamento desgarrado, sino de una aceptación lúcida del tránsito hacia el silencio y el olvido. La rosa que murió en su mano, convertida pronto en «recuerdo de fragancia», funciona como símbolo de la fugacidad de la vida y de la belleza efímera, motivo recurrente en la tradición lírica española desde el Barroco.

El segundo cuarteto profundiza en la idea del silencio absoluto, un «silencio de silencios» que diluye el perfil de lo cotidiano y devuelve a su arcano, sin hieles, la amargura que la vida «escancia» —es decir, que sirve o derrama como si fuera un licor—. Esta imagen del vino amargo evoca tanto la tradición bíblica como la poesía de Antonio Machado, quien también exploró el tema del hastío existencial y la búsqueda de sentido. Champourcín construye aquí un espacio interior donde todo se disuelve, donde lo material pierde consistencia y solo queda la esencia despojada de cualquier artificio.

Los tercetos introducen una paradoja inquietante: la poeta anuncia que «nada será de todo lo que ha sido» y se dispone a ofrecer «al sello del olvido» sus párpados febriles y sus labios, inmovilizados por «el rictus de lo eterno». Sin embargo, el soneto se cierra con un giro sorprendente: «¡Quiero escapar indemne del infierno / que arde en la trama de tus besos sabios!». Aquí, el amor —o más precisamente, los besos del amado— se presenta como un infierno del que es necesario huir, una experiencia que ata al mundo terrenal y que impide la liberación final. Esta visión del amor como cadena o tormento enlaza con la tradición mística, donde el alma debe desprenderse de todo afecto humano para alcanzar la unión con lo divino, pero también con cierta poesía existencial del siglo XX que cuestiona las ataduras del deseo.

El poema, publicado en 1936 —año del estallido de la Guerra Civil española—, adquiere una resonancia especial en ese contexto de crisis y devastación. La Generación del 27, a la que pertenece Champourcín, vivió de manera dramática la ruptura de su mundo cultural y vital, y muchos de sus miembros conocieron el exilio, la muerte o el silencio forzado. En este soneto, el tono de renuncia y despedida puede leerse también como premonición de un mundo que se desvanece, de una pérdida irreparable que trasciende lo individual. La maestría de Champourcín radica en su capacidad para fundir lo personal y lo colectivo, lo íntimo y lo universal, en un lenguaje depurado y hondo que invita a la reflexión sobre el sentido último de la existencia y del amor.

Inercia de la muerte. ¡Qué distancia
me aleja ya, segura, de lo humano!
Aquella rosa que murió en mi mano
será pronto recuerdo de fragancia.

Silencio de silencios. En mi estancia
diluye su perfil lo cotidiano
y retorna sin hieles a su arcano
esa amargura que la vida escancia.

Nada será de todo lo que ha sido.
Voy a ofrecer al sello del olvido
mis párpados febriles y mis labios

que inmoviliza el rictus de lo eterno.
¡Quiero escapar indemne del infierno
que arde en la trama de tus besos sabios!

Ernestina de Champourcín, Cántico inútil, 1936

Autor

  • Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

    Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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