Comentario
La vida empieza en lágrimas de Quevedo
Este soneto quevediano presenta una visión radicalmente cínica y desengañada del ciclo completo de la existencia humana, recorriendo cada etapa vital desde el nacimiento hasta la muerte con una crudeza descarnada que desafía cualquier idealización. Francisco de Quevedo construye aquí una de sus piezas más corrosivas, donde el humor negro y el lenguaje escatológico se convierten en herramientas retóricas para evidenciar la vanidad de la condición humana.
El tema central se articula en torno a la degradación progresiva del ser humano, que el poeta describe sin concesiones desde su entrada en el mundo. El tono es deliberadamente provocador y satírico, despojado de cualquier retórica embellecedora que caracterizaba la poesía amorosa o heroica de la época. Quevedo opta aquí por un realismo brutal que forma parte de ese desengaño barroco que impregna gran parte de su producción, especialmente en El Parnaso español, la compilación póstuma de 1648 donde se recogió este soneto.
La estructura del soneto se organiza cronológicamente, estableciendo una secuencia implacable que recorre las edades del hombre. Desde el primer verso, «La vida empieza en lágrimas y caca», Quevedo desacraliza el nacimiento, presentándolo no como un acontecimiento sublime sino como una realidad biológica y escatológica. Este recurso a la copro-poética, si bien chocante, responde a una intención filosófica profunda: la vida humana no es una construcción abstracta o espiritual, sino una experiencia material, corporal y, en última instancia, degradante. El contraste entre las «lágrimas» —elemento que podría tener connotaciones sentimentales— y la «caca» —totalmente prosaico— establece desde el inicio el tono desacralizador del poema.
En los siguientes versos, la infancia se caracteriza por el balbuceo («la mu con mama y coco»), las enfermedades («las viruelas»), y los fluidos corporales («baba y moco»), para luego referirse a los juguetes infantiles («el trompo y la matraca»). Quevedo emplea un vocabulario coloquial y vulgar que resulta inusual en la poesía seria de su tiempo, pero que forma parte de su arsenal conceptista: la rebaja lingüística refleja la rebaja ontológica del ser humano. Esta técnica no es mero ejercicio de provocación, sino que responde a una visión existencial donde lo humano queda reducido a sus funciones más básicas y vergonzosas.
Los cuartetos describen la infancia y la adolescencia, mientras que los tercetos se centran en la madurez y la vejez. La progresión temporal se articula mediante expresiones como «en creciendo», «en subiendo a mancebo», «llega a ser hombre», «viejo» y, finalmente, «llega la muerte». Esta estructura permite a Quevedo desplegar una crítica mordaz de cada etapa: la adolescencia se define por el despertar sexual («la amiga y la sonsaca», «el apetito loco»), la juventud por la incontinencia («todo es poco») y la corrupción moral («la intención peca en bellaca»), la edad adulta por el desorden vital («todo lo trabuca»), y la vejez por la decrepitud física («encanece, arrúgase y se seca»).
El uso de términos jergales y expresiones populares como «perendeca» —mujer de mala vida—, «mala cuca» —persona astuta o de mal carácter— o «bazuca» —verbo que significa destruir o acabar con algo— refuerza ese carácter antipoético del discurso. Quevedo no pretende cantar la vida, sino denunciarla; no la celebra, sino que la expone en toda su miseria. Este enfoque conecta con el tópico barroco del desengaño, esa conciencia dolorosa de que las apariencias engañan y que bajo el barniz de la civilización late una realidad sórdida e ineludible.
El verso final, «y lo que deja paga, y lo que peca», introduce una dimensión moral y escatológica (en sentido teológico) que cierra el círculo: después de una vida marcada por el error y la degradación, el ser humano debe afrontar el juicio final. La muerte, que «todo lo bazuca», no es solo el fin biológico sino también el momento de rendir cuentas. Este cierre conecta el poema con la tradición de las vanitas, esas composiciones artísticas y literarias que recuerdan la fugacidad de la existencia y la inevitabilidad de la muerte, tan características del arte barroco.
El soneto responde, además, al tópico clásico de las edades de la vida, ya presente en la literatura greco-latina, pero reelaborado aquí desde una perspectiva radicalmente pesimista y anti-idealista. Mientras que en otras tradiciones poéticas este recorrido vital podía tener matices contemplativos o melancólicos, en Quevedo adquiere un tono acre y demoledor. No hay nostalgia ni melancolía: solo constatación desencantada de que la vida es un proceso continuo de corrupción física y moral.
Audio: Víctor Villoria
La vida empieza en lágrimas y caca
La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca.
En creciendo, la amiga y la sonsaca,
con ella embiste el apetito loco;
en subiendo a mancebo todo es poco,
y después la intención peca en bellaca.
Llega a ser hombre y todo lo trabuca;
soltero sigue toda perendeca;
casado se convierte en mala cuca.
Viejo encanece, arrúgase y se seca;
llega la muerte y todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.
Francisco de Quevedo, El Parnaso español, 1648
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Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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