Soneto XX de Francisco de la Torre

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By Víctor Villoria

Soneto XX de Francisco de la Torre

La figura de Francisco de la Torre representa uno de los enigmas más fascinantes de la lírica española del Siglo de Oro. Poeta de identidad misteriosa cuyas obras fueron publicadas por Quevedo en 1631, De la Torre dejó un breve pero intenso conjunto de composiciones que revelan una sensibilidad refinada y un dominio excepcional de la técnica poética renacentista. Este soneto particular constituye un ejemplo magistral de la poesía amorosa petrarquista, donde el sufrimiento del enamorado encuentra consuelo en la complicidad de la noche estrellada, convertida en testigo y confidente de sus penas.

El poema construye un diálogo íntimo entre el yo lírico y la Noche, a quien se dirige mediante un apóstrofe —esto es, una invocación directa a un ser ausente o abstracto— que la personifica y la dota de cualidades humanas. Desde el primer verso, la exclamación «¡Cuántas veces te me has engalanado, / clara y amiga Noche!» establece una relación paradójica: la noche, tradicionalmente asociada con la oscuridad y el misterio, aparece aquí como «clara» y «amiga», revelando su doble naturaleza. Esta ambivalencia se refuerza en los versos siguientes, donde la misma noche que ofrece serenidad también puede turbar con «oscuridad y espanto». El poeta capta así la complejidad de la experiencia nocturna, que puede ser tanto refugio como fuente de inquietud para el alma atormentada por el amor.

El tema central del soneto es el sufrimiento amoroso no correspondido, un motivo fundamental de la tradición petrarquista que domina la lírica renacentista española. Sin embargo, De la Torre no se limita a repetir los tópicos heredados, sino que los renueva mediante una imagen particularmente bella y original: las estrellas que «saben mi cuidado» y «se han regalado con mi pena». Esta personificación de los astros introduce un elemento de complicidad cósmica que trasciende la mera soledad del amante. Las estrellas no son simples testigos pasivos, sino que participan activamente del dolor del poeta, compartiendo con él una experiencia común: «entre tanta beldad, la más ajena / de amor tiene su pecho enamorado». Este verso encierra una idea profunda: incluso las estrellas, símbolos de perfección y belleza celestial, conocen el amor no correspondido, lo cual universaliza el sufrimiento del poeta y le otorga una dimensión casi metafísica.

La estructura del soneto sigue el modelo clásico característico del Renacimiento español. Los cuartetos presentan la doble naturaleza de la noche y establecen la relación de intimidad entre el poeta y los astros, mientras que los tercetos desarrollan el diálogo directo con la Noche, culminando en una reflexión sobre la inutilidad del lamento amoroso. El verso «Tú, con mil ojos, Noche, mis querellas / oye, y esconde» resulta especialmente significativo: la noche, dotada de «mil ojos» —las estrellas—, se convierte en confidente que escucha y protege los secretos del amante. Esta imagen evoca el mito clásico de Argos Panoptes, el gigante de cien ojos, pero aquí transformado en un símbolo de comprensión y discreción.

El tono del poema es profundamente melancólico e introspectivo, marcado por un sentimiento de desolación que se expresa sin estridencias. No hay aquí los arrebatos dramáticos de otros poetas barrocos, sino una contención elegante que revela influencias neoplatónicas: el sufrimiento del amante se sublima en contemplación de la belleza celeste. La referencia a estar «envuelto en los dobleces de tu manto» sugiere una imagen de amparo maternal, como si la noche arropara al poeta doliente. Sin embargo, el soneto concluye con una nota de resignación desencantada: «mi amargo llanto / es fruto inútil que al amor envío». Esta conciencia de la futilidad del sufrimiento amoroso introduce un elemento de lucidez que no anula el dolor, pero sí lo sitúa en una perspectiva más amplia, casi filosófica.

La lengua poética de De la Torre se caracteriza por su musicalidad y precisión. El uso de adjetivos como «clara», «serena», «amiga» o «amargo» no resulta redundante, sino que matiza y enriquece la expresión. La repetición enfática de «cuántas veces» en el primer cuarteto, así como la doble aparición de «saben» en el primer terceto («Ellas saben amar, y saben ellas»), crean un ritmo interno que refuerza la intensidad emocional del poema. Estos recursos formales no son meros adornos retóricos, sino elementos estructurales que comunican la obsesión del amante, atrapado en un ciclo repetitivo de esperanza y desilusión.

En relación con la tradición literaria, este soneto dialoga con un largo número de poemas que personifican la noche como confidente del enamorado, desde la lírica grecolatina hasta los cancioneros renacentistas italianos y españoles. La originalidad de De la Torre reside en la manera en que integra este tópico con una visión humanizada del cosmos: las estrellas no son meros elementos decorativos del paisaje nocturno, sino seres capaces de amar y sufrir, lo cual establece una comunión afectiva entre el microcosmos humano y el macrocosmos celestial. Esta perspectiva refleja la sensibilidad neoplatónica característica del Renacimiento, según la cual el amor constituye el principio organizador del universo, presente tanto en las esferas celestes como en los corazones humanos.

Soneto XX

¡Cuántas veces te me has engalanado,
clara y amiga Noche! ¡Cuántas, llena
de oscuridad y espanto, la serena
mansedumbre del cielo me has turbado!

Estrellas hay que saben mi cuidado,
y que se han regalado con mi pena;
que, entre tanta beldad, la más ajena
de amor tiene su pecho enamorado.

Ellas saben amar, y saben ellas
que he contado su mal llorando el mío,
envuelto en los dobleces de tu manto.

Tú, con mil ojos, Noche, mis querellas
oye, y esconde; pues mi amargo llanto
es fruto inútil que al amor envío.

Francisco de la Torre

Autor

  • Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

    Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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