Comentario
Vientos del pueblo, publicado en 1937 durante los días más convulsos de la Guerra Civil española, es un poema de feroz belleza donde Miguel Hernández transforma su voz en proclama revolucionaria. El texto no busca la intimidad lírica, sino la voz colectiva, aquella que clama desde las entrañas de un pueblo en armas. El tono es heroico y exhortativo, casi litúrgico en sus enumeraciones de regiones españolas, donde cada verso funciona como un grito de resistencia contra quien pretende someter la dignidad de una nación.
La genialidad del poema radica en su sistema de imágenes animales. Los bueyes representan la sumisión, la mansedumbre, aquello que Hernández rechaza categóricamente: «No soy de un pueblo de bueyes». Frente a ellos se alza una fauna que encarna libertad y altivez: leones, águilas, toros, todos ellos símbolos de la rebeldía indomable del ser humano. Esta contraposición no es meramente decorativa; es el corazón mismo del mensaje. El poeta insiste en que jamás se puede encadenar a quien lleva en su naturaleza la fuerza de estos animales fieros, porque esos «yacimientos de leones» y «desfiladeros de águilas» son España misma, pura energía incontrolable.
Las enumeraciones regionales —»Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada, valencianos de alegría»— funcionan como un fresco épico que celebra la diversidad de una España que rehúsa la uniformidad del yugo. El repetitivo acoso del «yugo» y las «trabas» convierte estos términos en obsesión textual, en obsesión política. La conclusión es categórica: aquellos que intenten imponer tales cadenas verán «rotos» sus instrumentos «sobre sus espaldas». En los versos finales, Hernández alcanza lo sublime al imaginar una muerte en rebeldía, con la «cabeza muy alta» y los «dientes apretados», donde incluso los ruiseñores cantan «encima de los fusiles». Es la victoria del espíritu sobre la aniquilación física, la promesa de que la dignidad trasciende cualquier derrota militar.
Audio: Rafael Alberti
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Miguel Hernández, Vientos del pueblo, 1937
Te gustará también





La plaza y los naranjos encendidos de Antonio Machado

Autor
-
Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
Ver todas las entradas


