La amiga de Bernal Francés. Romancero viejo

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By Víctor Villoria

La amiga de Bernal Francés. Romancero viejo

Esta composición llamada «La amiga de Bernal Francés» procedente del Romancero viejo presenta una de las tramas más inquietantes y perfectamente construidas de toda la tradición oral española. En su versión recogida por Ramón Menéndez Pidal en Flor nueva de romances viejos, el texto despliega una historia que comienza con la sugerencia del deseo, continúa con un engaño magistralmente orquestado y culmina en un asesinato premeditado. El romance pertenece al grupo de composiciones que abordan el adulterio, tema recurrente en el repertorio popular medieval, aunque con una particularidad: aquí no se consuma la infidelidad, pero la sospecha basta para desencadenar la tragedia.

La acción arranca con Catalina en soledad nocturna, amorosa y expectante, cuando irrumpe quien afirma ser Bernal Francés, su amante habitual. Los versos iniciales establecen una relación clandestina consolidada: él la sirve de noche para la cama, de día para el jardín, fórmula que condensa tanto la dimensión erótica como la cortesana del vínculo. La mujer se levanta presurosa, se cubre con un mantellín y toma un candil de oro para bajar a abrir, señales todas ellas de su estatus aristocrático y de la ritualización del encuentro amoroso. Pero al entreabrir la puerta, él apaga de un soplo la llama. Este gesto aparentemente menor constituye el núcleo simbólico del romance: quien apaga el candil puede apagar la vida, como presiente la propia Catalina en su invocación a la Virgen y a San Gil.

El visitante justifica su turbación alegando haber matado a un hombre y huir de la justicia. Catalina, lejos de rechazarlo, despliega una hospitalidad amorosa extrema que ocupa el centro narrativo del poema. Le introduce en su camarín, le sienta en silla de plata con respaldo de marfil, le baña con agua de toronjil, le prepara cama de rosas con cabecera de alhelí. Estos detalles, lejos de ser meros adornos retóricos, construyen una atmósfera de refinamiento sensorial que contrasta brutalmente con el desenlace violento. Las sábanas de holanda, los perfumes, las flores: todo evoca los códigos del amor cortés y de la poesía cancioneril, pero aquí funcionan como preparativos involuntarios de la propia ejecución.

El diálogo que sigue constituye un interrogatorio psicológico donde Catalina intenta comprender la tristeza de su amante. Descarta sucesivamente las posibles causas: la justicia (que no entrará allí), los criados (que duermen profundamente), otro amor en Francia, alguna calumnia contra ella. Incluso menciona a su marido, pero solo para tranquilizar al visitante asegurándole que está muy lejos. La respuesta de él cierra la trampa con sentencia lapidaria: lo muy lejos se hace cerca para quien quiere venir, y tu marido, señora, lo tienes a par de ti. El marido ha suplantado la identidad del amante para confirmar la traición y ejecutar su venganza, motivo folclórico que aparece en diversas tradiciones europeas y que aquí alcanza su máxima efectividad dramática.

Los versos finales condensan la sentencia de muerte en una secuencia de metáforas cruelmente irónicas. El marido promete a Catalina un rico vestir: vestido de fina grana forrado de carmesí, y una gargantilla encarnada como nunca se vio en dama alguna. El color rojo, que en la tradición lírica medieval funciona como símbolo erótico y de pasión amorosa, se transforma aquí en presagio inequívoco de sangre. La gargantilla resulta ser la espada que ceñirá su cuello, revelando sin eufemismos el método del asesinato: la decapitación, castigo extremo que en la mentalidad del honor medieval se reservaba para las transgresiones más graves. El romance cierra con una última vuelta de tuerca: las nuevas irán al verdadero Bernal Francés, el amante ausente durante toda la acción, para que arrastre luto por ella. El marido no solo ejecuta a la esposa adúltera, sino que se asegura de que su rival conozca las consecuencias del adulterio, completando así un plan de venganza meticulosamente calculado.

La estructura del poema es predominantemente dialógica, recurso característico del Romancero viejo que confiere gran dinamismo y teatralidad al relato. Los personajes hablan sin apenas mediación narrativa, lo que intensifica la sensación de inmediatez y permite que la tensión crezca con cada intercambio. Esta economía de recursos, característica del género, no impide el desarrollo de una trama psicológicamente compleja que mantiene al oyente en vilo hasta el verso final. El romance ejemplifica la capacidad del romancero tradicional para condensar en pocas estrofas argumentos dignos de tragedia, jugando magistralmente con el contraste entre la delicadeza de las imágenes (rosas, alhelíes, agua perfumada) y la brutalidad del desenlace. Aunque el texto refleja los códigos de honor de su época, que justificaban socialmente el uxoricidio por adulterio, la potencia poética trasciende el contexto histórico para presentar un retrato inquietante sobre la violencia, el engaño y la traición en el ámbito de las relaciones amorosas.

– Sola me estoy en mi cama
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice «Abrid»?
-Soy Bernal Francés, señora,
el que te suele servir
de noche para la cama,
de día para el jardín.
Alzó sábanas de holanda,
cubriose de un mantellín;
tomó candil de oro en mano
y a la puerta bajó a abrir.
Al entreabrir de la puerta,
él dio un soplo en el candil.
-¡Válgame Nuestra Señora,
válgame el señor San Gil!
Quien apagó mi candela
puede apagar mi vivir.
-No te espantes, Catalina,
ni me quieras descubrir,
que a un hombre he muerto en la calle,
la justicia va tras mí.
Le ha cogido de la mano
y le ha entrado al camarín;
sentóle en silla de plata
con respaldo de marfil;
bañóle todo su cuerpo
con agua de toronjil;
hízole cama de rosa,
cabecera de alhelí.
-¿Qué tienes, Bernal Francés,
que estás triste a par de mí?
¿Tienes miedo a la justicia?
No entrará aquí el alguacil.
¿Tienes miedo a los criados?
Están al mejor dormir.
-No temo yo a la justicia,
que la busco para mí,
ni menos temo a criados
que duermen su buen dormir.
-¿Que tienes, Bernal Francés?
¡No solías ser así!
Otro amor dejaste en Francia
o te han dicho mal de mí.
-No dejo amores en Francia
que otro amor nunca serví.
-Si temes a mi marido,
muy lejos está de aquí.
-Lo muy lejos se hace cerca
para quien quiere venir,
y tu marido, señora,
lo tienes a par de ti.
Por regalo de mi vuelta
te he de dar rico vestir,
vestido de fina grana
forrado de carmesí,
y gargantilla encarnada
como en dama nunca vi;
gargantilla de mi espada
que tu cuello va a ceñir.
Nuevas irán al Francés
que arrastre luto por ti.

Anónimo, versión de Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos.

Autor

  • Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

    Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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