Sueño del rey don Rodrigo. Romancero viejo

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By Víctor Villoria

Sueño del rey don Rodrigo

El romance del Sueño del rey don Rodrigo recupera uno de los episodios más trágicos y legendarios de la historia de España: la caída del reino visigodo en el año 711 ante la invasión musulmana. Según la tradición historiográfica y legendaria, el rey Rodrigo habría deshonrado a Florinda, hija del poderoso conde don Julián, quien en venganza facilitó la entrada de los ejércitos musulmanes en la península. Este romancero épico-legendario, recogido por Ramón Menéndez Pidal en su célebre Flor nueva de romances viejos, transforma esos sucesos históricos en materia poética cargada de presagios, símbolos y dramatismo.

El romance comienza estableciendo una atmósfera de mal agüero. Los vientos son contrarios, la luna está crecida, los peces gimen por el mal tiempo. Estos signos de la naturaleza funcionan como presagios cósmicos que anticipan la catástrofe. En la mentalidad medieval, los fenómenos naturales extraordinarios se interpretaban como advertencias divinas o manifestaciones del destino. El mundo natural participa así del drama humano que está por desencadenarse.

En contraste con este exterior amenazante, el rey Rodrigo duerme plácidamente «junto a la Cava», término que designa a Florinda, la mujer cuya deshonra desencadenó la venganza del conde Julián. El rey reposa en una tienda suntuosa «de oro y sedas guarnecida», sostenida por «trescientas cuerdas de plata». Esta acumulación de detalles de lujo y riqueza subraya el contraste entre la opulencia presente y la ruina inminente. Dentro de la tienda, cien doncellas vestidas «a maravilla» crean un ambiente de refinamiento cortesano: cincuenta tañen instrumentos con «muy extraña armonía», cincuenta cantan con «muy dulce melodía». Esta escena idílica de música y belleza funciona como el último momento de esplendor antes del desastre.

Entre las doncellas destaca una que personifica a la Fortuna, concepto medieval que representaba el destino caprichoso, la rueda que eleva a los hombres para luego hundirlos. Esta figura alegórica interpela al rey con cortesía pero con urgencia: «Si duermes, rey don Rodrigo, despierta por cortesía». La profecía que pronuncia es devastadora: le anuncia sus «malos hados», su «peor postrimería» (es decir, su fin miserable), sus gentes muertas, su batalla perdida, sus villas y ciudades destruidas en un solo día.

La Fortuna revela además que las fortalezas y castillos del reino estarán bajo el dominio de «otro señor», en clara referencia a los conquistadores musulmanes que tomarán posesión de la península. Cuando el rey pregunta quién ha causado tal catástrofe, la respuesta es directa: «ese conde don Julián por amores de su hija». El eufemismo «por amores» encubre en realidad una violación o deshonra, el pecado original que desencadena toda la tragedia. La Fortuna subraya que Florinda era lo más valioso que el conde tenía («más della no tenía»), y que este viene «juramento echando que te ha de costar la vida».

El rey despierta «muy congojado con aquella voz que oía», con «cara triste y penosa». Su respuesta es lacónica pero reveladora: «Mercedes a ti, Fortuna, desta tu mensajería». El rey acepta el destino que se le anuncia, reconociendo implícitamente su culpa y la inevitabilidad del castigo. No hay protestas, no hay intentos de cambiar lo que está por venir. Esta resignación ante la fatalidad es característica del pensamiento medieval.

Inmediatamente después del sueño premonitorio, la realidad confirma la profecía: llega un mensajero con la noticia de que «el conde don Julián las tierras le destruía». El rey pide su caballo «apriesa» (con prisa) y sale a su encuentro, pero el desenlace está sellado: «los contrarios eran tantos que esfuerzo no le valía». El valor personal ya no sirve cuando el destino y la justicia cósmica se han pronunciado contra el culpable. Según las crónicas, Rodrigo moriría en la batalla de Guadalete, y con él se extinguiría el reino visigodo.

El romance utiliza la estructura típica del romancero viejo: versos octosílabos con rima asonante en los pares, que crean un ritmo narrativo ágil y memorable. La repetición de elementos (las doncellas que cantan y tañen, la enumeración de las catástrofes) refuerza el carácter oral y tradicional del poema. El contraste entre el lujo de la tienda y el presagio fatídico, entre el sueño y la vigilia, entre la música celestial y los gritos de guerra, estructura el romance en torno a oposiciones dramáticas que subrayan la magnitud de la caída.

Este romance pertenece al corpus de poemas sobre el rey Rodrigo que circularon ampliamente en la tradición oral y escrita española, convirtiéndose en materia fundacional del imaginario nacional. La leyenda del último rey godo que pierde su reino por un pecado de lujuria se transformó en una advertencia moral sobre las consecuencias de la deshonra y la traición, pero también en una explicación legendaria de uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia peninsular: la llegada del islam a España. El romancero, al preservar estos versos, cumple su función de memoria colectiva, transformando la historia en mito y el mito en poesía.

Los vientos eran contrarios,
la luna estaba crecida,
los peces daban gemidos
por el mal tiempo que hacía,
cuando el buen rey don Rodrigo
junto a la Cava dormía,
dentro de una rica tienda
de oro y sedas guarnecida;
trescientas cuerdas de plata
que la tienda sostenían.
Dentro había cien doncellas
vestidas a maravilla:
las cincuenta están tañendo
con muy extraña armonía,
las cincuenta están cantando
con muy dulce melodía.
Allí habló una doncella
que Fortuna se decía:
«Si duermes, rey don Rodrigo,
despierta por cortesía
y verás tus malos hados,
tu peor postrimería,
y verás tus gentes muertas
y tu batalla rompida,
y tus villas y ciudades
destruidas en un día;
fortalezas y castillos
otro señor los regía.
Si me pides quién lo ha hecho,
yo muy bien te lo diría:
ese conde don Julián
por amores de su hija,
porque se la deshonraste
y más della no tenía;
juramento viene echando
que te ha de costar la vida.»
Despertó muy congojado
con aquella voz que oía,
con cara triste y penosa
desta suerte respondía:
«Mercedes a ti, Fortuna,
desta tu mensajería.»
Estando en esto ha llegado
uno que nueva traía
cómo el conde don Julián
las tierras le destruía.
Apriesa pide el caballo
y al encuentro le salía;
los contrarios eran tantos
que esfuerzo no le valía.

Texto procedente de Flor nueva de romances viejos, de Ramón Menéndez Pidal. 

Autor

  • Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.

    Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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