Sobre héroes y tumbas de Luis Alberto de Cuenca
«Sobre héroes y tumbas» es un poema inédito de Luis Alberto de Cuenca que condensa muchas de las obsesiones del poeta madrileño: la fascinación por la cultura popular, la reflexión sobre el heroísmo y, sobre todo, la conciencia melancólica de la distancia que separa al poeta de los mundos que admira. El título remite inevitablemente a la célebre novela de Ernesto Sábato, pero De Cuenca lo utiliza como punto de partida para una meditación muy personal sobre qué significa ser héroe en nuestro tiempo y qué queda de los héroes cuando mueren.
El tema central es la distancia entre el yo poético y los héroes que admira, una distancia geográfica, temporal y existencial que se expresa mediante la repetición insistente de la frase «desde lejos». Esa lejanía no es solo física: es la separación entre quien contempla y quien actúa, entre quien escribe sobre la vida y quien la vive plenamente. El poeta se sitúa como espectador de hazañas ajenas, como oyente de cantares que celebran gestas que él no protagoniza. Hay en esta posición algo de melancolía y algo de honestidad: De Cuenca no se inventa un heroísmo falso, sino que reconoce su condición de observador.
Lo más característico de este poema es el catálogo de héroes modernos que despliega en los primeros versos. Aparecen mezclados, sin jerarquía, «traficantes / de drogas, mercenarios, cabecillas / de la revolución, agentes dobles / al servicio del cielo y del infierno». Estos personajes proceden claramente del cine negro, de las novelas de espionaje, de la literatura pulp que Luis Alberto de Cuenca siempre ha reivindicado como material noble para la poesía. Junto a ellos aparecen figuras más inesperadas: «detectives borrachos, femmes fatales / que acaban locamente enamoradas / de sus víctimas», y especialmente hermosa resulta la mención de esos «gatos holgazanes / que se ponen el mundo por montera» y esos «niños gordos con gafas que leen libros / interminables y maravillosos / en la gris soledad de sus alcobas».
Esta última imagen merece detenimiento porque revela mucho sobre la poética de De Cuenca. El niño lector solitario es también un héroe, quizá el más importante de todos, porque es quien construye mundos imaginarios, quien accede a través de los libros a esas vidas extraordinarias que el poeta adulto contempla «desde lejos». Hay algo autobiográfico en esa figura: De Cuenca fue ese niño que leía en su alcoba, y en cierto modo sigue siéndolo. La literatura es su forma de heroísmo, su manera de participar en las hazañas que admira. Pero el poema sugiere que esa participación es vicaria, mediada, siempre «desde lejos».
La segunda estrofa introduce la dimensión temporal. Los «cantares / que celebran las gestas de los héroes / de ayer, hoy y mañana» establecen un continuum heroico que atraviesa el tiempo. Pero el poeta los percibe «a duras penas», escucha «sus estrofas / inconexas», lo que sugiere una tradición heroica fragmentada, difícil de aprehender en su totalidad. Los héroes tienen «perfiles / gloriosos», pero son héroes «que quisiera imitar», «personajes / que querría yo ser y que se escapan / por el hueco que deja mi silencio». Esta confesión es central: el silencio del poeta —su no-heroísmo, su condición contemplativa— crea un hueco por donde se escapan esos modelos admirados. No puede alcanzarlos porque su naturaleza es otra: es observador, no actor.
El poema cierra con una imagen poderosa y desoladora: «Desde lejos escucho las pisadas / devastadoras de la multitud / sobre las tumbas de los héroes muertos». Esta conclusión introduce el tema del olvido y la profanación. Los héroes, una vez muertos, son pisoteados por la multitud indiferente. Sus tumbas no son respetadas; son invadidas, holladas por pisadas «devastadoras». El adjetivo es significativo: no son pisadas irreverentes o descuidadas, sino activamente destructivas. La multitud no solo olvida a los héroes: los destruye.
Esta imagen final cambia retrospectivamente el sentido de todo el poema. La distancia que el poeta mantiene con los héroes no es solo melancolía por no poder imitarlos: es también una forma de respeto, de no participar en esa profanación colectiva. El poeta permanece «desde lejos», contemplando, recordando, rescatando en sus versos las figuras de esos héroes que la multitud pisotea. La poesía se convierte así en una forma de resistencia al olvido, en un modo de mantener viva la memoria heroica frente a la indiferencia devastadora del tiempo y de la masa.
El tono del poema es contenido, elegíaco, sin estridencias. De Cuenca utiliza endecasílabos blancos —sin rima— que crean una musicalidad sutil, una cadencia meditativa apropiada para esta reflexión sobre el heroísmo y la memoria. La repetición anafórica de «Desde lejos» al inicio de las tres partes del poema funciona como un lamento sostenido, como un reconocimiento reiterado de la distancia que define la posición del poeta. No hay dramatismo excesivo, pero sí una tristeza honda: la tristeza de quien admira mundos a los que no puede acceder plenamente.
La mezcla de referencias culturales —desde el cine negro hasta los cantares de gesta medievales— es típica de la poesía de la experiencia de la que De Cuenca es uno de los máximos exponentes. Para esta corriente poética, desarrollada especialmente en los años ochenta y noventa del siglo XX, no existe jerarquía entre cultura alta y cultura popular: un héroe de cómic o de película tiene la misma dignidad poética que un caballero medieval. Lo importante no es el origen de las referencias, sino la intensidad emocional con que se viven. Y en este poema, esa intensidad está teñida de nostalgia y de conciencia de pérdida.
«Sobre héroes y tumbas» puede leerse como una elegía por el heroísmo en un mundo que ya no lo valora, pero también como una reflexión sobre el papel del poeta. Si el héroe es quien actúa, el poeta es quien recuerda, quien rescata del olvido, quien escucha «desde lejos» y preserva en palabras lo que la multitud pisotea. Es una forma modesta de heroísmo, quizá, pero es la única posible para quien ha elegido la contemplación y la palabra como forma de vida. Luis Alberto de Cuenca no se engaña sobre las limitaciones de esa elección, pero tampoco la reniega: acepta su distancia, su silencio, su posición de espectador, y desde ahí construye una poesía que es, a su manera, un acto de resistencia y de memoria.
Desde lejos me llegan las hazañas
de los héroes modernos: traficantes
de drogas, mercenarios, cabecillas
de la revolución, agentes dobles
al servicio del cielo y del infierno,
detectives borrachos, femmes fatales
que acaban locamente enamoradas
de sus víctimas, gatos holgazanes
que se ponen el mundo por montera,
niños gordos con gafas que leen libros
interminables y maravillosos
en la gris soledad de sus alcobas.
Desde lejos me llegan los cantares
que celebran las gestas de los héroes
de ayer, hoy y mañana. Desde lejos
percibo a duras penas sus estrofas
inconexas, que evocan los perfiles
gloriosos de los hombres y mujeres
que quisiera imitar, los personajes
que querría yo ser y que se escapan
por el hueco que deja mi silencio
Desde lejos escucho las pisadas
devastadoras de la multitud
sobre las tumbas de los héroes muertos.
Luis Alberto de Cuenca. Inédito.
Poema procedente de ACEC
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Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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