El poema explora la experiencia de un amor profundo y secreto, marcado por la incomunicación y el sufrimiento. El yo poético expresa que su amado nunca podrá comprender la intensidad de sus sentimientos, ya que permanece dormido dentro de él, ajeno a la verdadera dimensión de ese amor. El deseo y el dolor se entrelazan, y el poeta se ve obligado a ocultar su pasión, perseguido por una fuerza social o moral que reprime y hiere, simbolizada por la “voz de penetrante acero”.
En este contexto, la amenaza y el juicio externo aparecen como un grupo que espera el desenlace trágico de ese amor prohibido, mientras el poeta suplica que su amado siga “dormido”, protegido de la realidad hostil. El poema se cierra con una imagen de desgarro y peligro, donde la sangre rota del poeta se escucha en los violines y la vigilancia de la sociedad se mantiene constante, subrayando la imposibilidad de vivir abiertamente ese amor y el dolor que conlleva su ocultamiento.
Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!
