El poema «Playa» de Manuel Altolaguirre, incluido en su primer libro Las islas invitadas (1926), constituye uno de los ejemplos más representativos de la poesía visual y contemplativa que caracterizó sus primeros años creativos dentro de la Generación del 27. El poema construye una escena aparentemente sencilla —un paisaje costero al mediodía— pero la carga de una profunda reflexión existencial sobre la identidad, la soledad y la relación del individuo con el mundo que lo rodea.
La primera imagen, «Las barcas de dos en dos, / como sandalias del viento / puestas a secar al sol», revela la capacidad de Altolaguirre para crear metáforas visuales de gran nitidez y originalidad. La comparación de las barcas con sandalias no es meramente descriptiva; sugiere una dimensión humana en el paisaje, como si el viento caminara sobre el mar y ahora reposara. Esta humanización de lo natural anticipa el verdadero tema del poema: la relación entre el yo poético y su entorno.
El estribillo «Yo y mi sombra, ángulo recto. / Yo y mi sombra, libro abierto» funciona como eje vertebrador del poema y concentra su significado más profundo. La repetición obsesiva de estos versos —tres veces a lo largo de quince versos— crea un efecto hipnótico que subraya la preocupación del poeta por el problema de la identidad. La sombra, en la tradición literaria, representa frecuentemente el doble, la parte oscura del yo, aquello que nos acompaña inevitablemente pero que nunca podemos alcanzar del todo. Al mediodía, cuando el sol está en su cénit, la sombra se proyecta formando un «ángulo recto» con el cuerpo, una imagen geométrica que sugiere precisión, verticalidad, pero también separación.
La segunda parte del estribillo, «libro abierto», añade una dimensión reveladora: el poeta y su sombra forman juntos una página desplegada, lista para ser leída. Esta imagen sugiere que la identidad del yo solo se comprende en relación con su proyección, con aquello que no es él pero que le pertenece indisolublemente. El «libro abierto» puede interpretarse también como símbolo de la transparencia existencial, de un yo que se muestra sin ocultaciones bajo la luz meridiana, pero que necesita de su sombra —de su reverso— para constituirse como texto legible.
Entre los estribillos, el poema intercala tres imágenes del paisaje costero que funcionan como contrapuntos de la reflexión íntima. La segunda estrofa introduce un elemento perturbador: «Sobre la arena tendido / como despojo del mar / se encuentra un niño dormido». La figura del niño dormido, presentado como «despojo del mar», introduce una nota inquietante en la luminosidad mediterránea del poema. ¿Está realmente dormido o es un cuerpo sin vida? La ambigüedad es deliberada y remite al tema de la muerte como sueño, tan frecuente en la poesía de Altolaguirre. El niño, como los objetos arrojados por el mar, pertenece a esa zona liminal entre la vida y la muerte, entre el ser y el no-ser, tema que obsesionaba al poeta malagueño desde sus primeros libros.
La tercera y última estrofa antes del estribillo final describe a unos pescadores «tirando de las maromas / amarillas y salobres». Esta imagen de trabajo cotidiano contrasta con la quietud contemplativa del yo poético y su sombra. Los pescadores tiran de las cuerdas amarillas (decoloradas por el sol y el uso) y salobres (impregnadas de sal marina), realizando una labor colectiva y tangible frente a la soledad reflexiva del poeta. Esta oposición entre la acción de los otros y la pasividad contemplativa del yo subraya aún más el aislamiento existencial que el poema explora.
La estructura del poema, con su alternancia de descripciones y estribillo, crea un ritmo circular que refuerza la sensación de ensimismamiento. Cada vez que el poeta observa algo en el mundo exterior (las barcas, el niño, los pescadores), regresa inmediatamente a la contemplación de sí mismo y su sombra, como si no pudiera escapar de esa relación fundamental. Esta imposibilidad de trascender la propia subjetividad, de conectar verdaderamente con lo otro, es característica de la poesía existencial de Altolaguirre.
El lenguaje del poema es deliberadamente sencillo, sin ornamentos retóricos, con imágenes visuales nítidas que recuerdan la estética de la poesía pura defendida por Jorge Guillén y otros poetas del 27. Sin embargo, bajo esta aparente simplicidad late una inquietud metafísica que conecta a Altolaguirre con la tradición del romanticismo y con la poesía de Antonio Machado, especialmente en su exploración del tema de la identidad como problema y de la soledad como condición fundamental del ser humano.
«Playa» anticipa así los grandes temas que Altolaguirre desarrollará a lo largo de su obra: la soledad radical del individuo, la imposibilidad de alcanzar una identidad plena sin confrontar el propio reverso oscuro, y la muerte como presencia latente que acecha en los paisajes más luminosos. La luz cegadora del mediodía mediterráneo no disuelve la sombra; al contrario, la hace más visible, más insoslayable, convirtiendo la escena playera en un territorio de revelación existencial donde el poeta no puede eludir el encuentro consigo mismo.
Las barcas de dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Sobre la arena tendido
como despojo del mar
se encuentra un niño dormido.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y salobres.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Manuel Altolaguirre, Las islas invitadas y otros poemas, 1926
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
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