Posesión de tu nombre de Pedro Salinas
Este poema de Pedro Salinas pertenece a Presagios, su primer libro publicado en 1923, que marca su ingreso oficial en el panorama literario de la Generación del 27. Se trata de una meditación sobre la felicidad como experiencia intangible, desprovista de toda materialidad, que solo puede poseerse a través del lenguaje. El poeta establece un diálogo con la felicidad, personificándola mediante el apóstrofe, convirtiéndola en un tú ausente al que se invoca constantemente. El tono es de anhelo contenido, de búsqueda de algo que permanece siempre en el umbral de lo alcanzable, y el poema desarrolla una reflexión sobre los límites del deseo humano frente a lo que es, por naturaleza, evanescente.
El tema central es la imposibilidad de poseer plenamente la felicidad, que se presenta como un concepto abstracto e incorpóreo. Desde el primer verso, Salinas define la única forma de posesión permitida: la del nombre, es decir, la palabra. Esta «posesión de tu nombre» sugiere que la felicidad no puede ser experimentada física o materialmente, sino solo nombrada, evocada mediante el lenguaje. La definición que da el poeta es rotunda y se repite como un estribillo a lo largo del poema: «felicidad, alma sin cuerpo». Esta imagen despoja a la felicidad de toda dimensión carnal y la sitúa en el plano de lo espiritual, lo inmaterial. El concepto recuerda las corrientes del amor cortés y la tradición platónica, donde lo idealizado y lo inalcanzable adquieren mayor valor precisamente por su distancia. Salinas parece sugerir que la felicidad solo existe en tanto que idea o aspiración, nunca como realidad tangible.
El poema se construye mediante una estructura dialogada en la que el yo lírico se dirige constantemente a la felicidad personificada. Las órdenes que lanza —«Ven» y «vete»— demuestran un intento de control sobre esa presencia esquiva, pero la rapidez con que la felicidad responde («y tú llegas quedo», «y rápida huyes») revela que es ella quien gobierna sus propios movimientos. Este juego de presencia y ausencia se convierte en el motivo estructural del poema: «Tu presencia y tu ausencia / sombra son una de otra». La metáfora de la sombra es especialmente reveladora, ya que una sombra no puede existir sin un cuerpo que la proyecte, pero aquí la sombra es lo único que queda de algo que carece de cuerpo. Esta paradoja es característica del conceptismo interior que define el estilo de Salinas: condensar en imágenes contradictorias ideas filosóficas complejas sobre la naturaleza efímera de la dicha.
La repetición actúa como recurso estructural y emotivo. La fórmula «felicidad, alma sin cuerpo» aparece dos veces y una tercera con la fórmula «felicidad, dentro del pecho» , marcando el inicio, el centro y el cierre del poema. Esta insistencia refuerza la idea de incorporeidad y convierte la definición en una especie de mantra o verdad irrefutable. Asimismo, la anáfora «pero tu cuerpo nunca, / pero tus labios nunca» en los versos finales subraya con énfasis doloroso la imposibilidad de la posesión física, en contraste con el intento de posesión nominal del comienzo. Los brazos abiertos del yo lírico, encerrados entre signos de exclamación («¡Y mis brazos abiertos!»), simbolizan el gesto inútil de quien quiere abrazar lo que no tiene forma ni sustancia. La imagen visual es elocuente: los brazos que no encuentran nada que abrazar expresan la frustración de desear algo que, por definición, no puede ser contenido.
Desde el punto de vista formal, Salinas emplea versos de arte menor sin rima, en la línea del verso libre que caracteriza gran parte de su producción poética. Este despojamiento métrico responde a su búsqueda de autenticidad y depuración, valores fundamentales en su poética y en la influencia de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. El lenguaje es directo, coloquial, casi conversacional, lo que Federico García Lorca llamaba prosías al referirse a los poemas de Salinas. Sin embargo, bajo esa aparente sencillez late una profundidad conceptual notable: el poema es, en realidad, una reflexión filosófica sobre la naturaleza de la felicidad y su carácter inaprensible.
El poema anticipa temas que Salinas desarrollará más ampliamente en su trilogía amorosa posterior, especialmente en La voz a ti debida (1933). La tensión entre el deseo de posesión y la imposibilidad de alcanzar el objeto deseado, la preferencia por lo espiritual sobre lo físico, y el uso del lenguaje como único medio de crear y mantener la presencia del otro son motivos recurrentes en toda su obra. Aquí, sin embargo, el tú no es la amada sino la felicidad misma, lo que confiere al poema un carácter más abstracto y filosófico. Aun así, el tratamiento del tema anuncia ya la voz personal e inconfundible de Salinas: un poeta que explora los territorios de lo intangible con un lenguaje preciso, aparentemente simple pero cargado de resonancias, capaz de condensar en unos pocos versos las paradojas esenciales de la existencia humana.
Audio: Víctor Villoria
Posesión de tu nombre,
sola que tú permites,
felicidad, alma sin cuerpo.
Dentro de mí te llevo
porque digo tu nombre,
felicidad, dentro del pecho.
«Ven»: y tú llegas quedo;
«vete»: y rápida huyes.
Tu presencia y tu ausencia
sombra son una de otra,
sombras me dan y quitan.
(¡Y mis brazos abiertos!)
Pero tu cuerpo nunca,
pero tus labios nunca,
felicidad, alma sin cuerpo, sombra pura.
Pedro Salinas, Presagios, 1923
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Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.
Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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